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Almas que buscan un sentido - Abraham E. Silva

   El mundo es un lugar extraño, raro. El hombre no entiende en su totalidad la mitad de lo que escribe, ve, hace, o sabe, eso lo comprendemos pero no entendemos en sí un cuarto del mundo y menos lo minúsculo que somos para/en el universo: un simple átomo. El hombre, la persona, el humano en sí, señores, está corrompido y destruido, tiene algo dentro de sí que no se puede arreglar y podemos citar la biblia u otras religiones y mitologías más si no creen que somos impuros en nuestra totalidad y quiero aclarar que no hay mente sana, que alguien que aparente no tener malicia no quiere decir que no la tenga: los niños son “la parte más pura del mundo”, pero ciertamente, tienen su propio tipo de malicia, según la perspectiva de cada quién.    Aunque no vine para hablar de mi perspectiva del mundo corrompido en el que habitamos actualmente, pero con algo tenemos que empezar para conocernos, mi querido lector. Hablaremos y nos desglosaremos en lo qué es el alma, el aura, la trasmutación,

Obscuratio - Abraham Ezequiel Silva Alfonzo

Obscuratio
Siento que te conozco y de hecho, así es.

    Habitación oscura, borrosa, con el presentimiento de algo que me aterra pero lo confronto en mis noches, en mis madrugadas más oscuras. Te veo, rostro negro espeluznante. Me siento niño frente de ti, y así es, un pequeño aterrado de 6 años de edad que por primera vez se acuesta en su cuarto solo, me asechas. Te presiento y no es un secreto lo nuestro, porque así es, te conozco.

<<No me conoces>> Respondes con tu voz fría, oscura, del más allá del tártaro, del infierno (para los fieles creyentes).

   Sigo en lo mismo, a través de una gran ventana de mi habitación viendo  tus inexistentes ojos negros, sombra aterrada. No respiro, pero aun así te respondo, no me niegues, temerosa fiera, espíritu atormentado. Ya molesto, atraviesas la ventana dispuesto a devorar mi alma. Escapo de ti, una vez más, corriendo en el infinito pasillo del infierno, no te detienes. Me asusto, volteo, te veo, veo tu alma, tus secretos, tus miedos. Llego al fin, al cuarto de mi madre pero antes de entrar, se me traba la manija, y justo al mirarte de nuevo, me devoras el alma. El alma de ese pequeño y temeroso niño y le dices <<No, realmente no me conoces>>

   Despierto. Caigo de la cama con el corazón agitado, sudando, viendo como escapas de encima de mí, una noche más,  hacia la ventana, sombra conocida.
Abraham Silva Ezequiel Alfonzo (AESA)

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