EL
ROMANTICISMO
(Un
estudio a partir de las figuras de Bolívar y Poe)
Por:
Juan P. Caña
Caracas,
junio de 2017
Uno
no tiene sentido sin el otro
Yendelki
Pérez 2016.
El Romanticismo fue un movimiento surgido en
Europa, a inicios del siglo XIX y
finales del siglo XVII. Se basa en la demostración más pura de los sentimientos
del hombre hacia y con el mundo, resaltando en ellos la contrariedad, dirigida
a las corrientes opresoras y lineales que se desarrollaban para aquella época,
al igual que el subjetivismo y la exaltación de la personalidad individual. Es
la liberación y fluidez del pensar de las personas, que se mantenía oculto y
reprimido en los corazones de cada una de ellas para aquel momento en el mundo.
Los más grandes románticos de la época se
hacen resaltar entre poetas, escritores, artistas, políticos, pensadores, y
mucho más, los cuales se encargarían de dirigir y tomar las riendas del pensar
de la gente y exponerla ante el mundo diciendo: “¡Miren, este es el pensar del
pueblo! ¡Admiren! Pues esto que calla la gente, es lo que lo motiva a ser lo
que es” Por tanto, el romántico muestra mediante el romanticismo todo aquello
que la persona común no se atrevería a decir nunca, y nos impulsa a sentirlo, a
vivirlo, a experimentar todo eso que él abre desde los lugares más recónditos
de su corazón.
El romántico nunca tendrá miedo de expresar lo
que siente. A un romántico no se le obliga a ser lo que es, por el contrario,
el romántico siempre será espontáneo, libre, con dirección hacia la efusividad
y el libre albedrío de sus sentimientos; el romántico no puede vivir sin
sentir. Un romántico es romántico no porque siempre sea amoroso o esté rodeado
del amor, no, el romántico es aquel que, impulsado por el amor, expresa todo
eso reprimido y frustrado en su interior, de la manera más inaudita e impactante
posible; el amor y el romanticismo, por tanto, nunca pueden ser iguales al
momento de definirlos y/o compararlos, pero tampoco es posible separarlos.
El romanticismo estará formado por esa
efusividad y expresividad, pero también se forjará sobre las bases culturales
del romántico, pues el romanticismo no puede ser ni es igual para todos, el
romanticismo parte de ello y toma forma a partir del sentir colectivo de las
masas. He allí donde uno comienza a comprender un poco más sobre lo que el
romanticismo significa, y cómo surgen sus variedades: Romanticismo literario,
musical, oscuro, abstracto, entre sus demás corrientes esparcidas por el mundo.
En América, por ejemplo, las mayores muestras
de Romanticismo se hallarían en los escritos, pues en pleno proceso
independentista y del asentamiento de la libertad, estos eran los que más
abundaban. Una simple carta de despedida, una nota que pedía que esperaran un
poco más por el regreso del hombre de la casa, un simple manifiesto, un
decreto… Todos ellos eran muestra total y efímera de los sentimientos que
mantenía el pueblo para entonces, y el efecto que estos producen en nosotros.
Bolívar, junto con Edgar Allan Poe, forman dos
pilares esenciales, en el romanticismo latinoamericano por parte del primer
mencionado, y en el romanticismo oscuro en todo el mundo por parte del segundo.
En sus escritos es palpable el sentir de un pueblo, y la emoción que siente una
persona por impresionar al mismo.
Se hace resaltar la emoción, la vida de las
palabras, y sobre todo, dos clases distintas de sentimiento. Todo esto por
sobre la figura idólatra que se le daba al “Libertador de América” y se
mantiene hasta el día de hoy, y por sobre la exaltación y estereotipos que se
le daba a los escritores como Edgar Allan Poe. Ambos, de igual forma, a pesar
de brillar en ámbitos diferentes, tienen una cosa en común, que no es más que
un simple expresar de sentimientos de la manera más pura y desgarradora,
misteriosa, abstracta, y a veces dudosa, pero con una emoción y efusividad
contundentes, y de análisis profundos, los cuales podemos lograr con unos pocos
escritos de estos; esa cosa en común que se convertiría en el romanticismo
mismo en toda América.
En primera instancia, hablándose del Bolívar
romántico, debemos sacarnos la idea de ese Bolívar enmarcado en la figura del
héroe de la independencia, de ese incansable luchador y líder de tropas, de ese
militar insigne que participó en más de 400 batallas y venció sin error alguno
al Imperio Español en las colonias, y verlo desde su lado más humano, más débil
y vulnerable, desde su lado más escondido dentro de su frívolo y reacio ser,
¡desde allí hemos de analizarlo! Puesto que donde uno se es, o se siente más
débil y vulnerable, es allí donde todas las expresiones y emociones salen a la
luz, donde nuestro verdadero yo escapa de nuestras manos.
Esta facción de Bolívar se ve reflejada pocas
veces, ciertamente, pero siempre impulsada a salir en escena por una única
razón: La derrota. Desde ese punto, y solo centrados en lo que significa este,
podemos analizar su lado más romántico y sentimental en sus diversos escritos
que dejó para con la historia: La Carta de Jamaica, el Discurso de Angostura, y
su famosísimo Decreto de Guerra a Muerte, para empezar. En estos tres
documentos, y muchos más, podemos resumir la facción romántica de Bolívar.
Tenemos, por ejemplo, el discurso de
Angostura, en él se nos muestra a un Bolívar lleno de inspiración, de gozo, de
júbilo y orgullo para con su nación, pero este debe atribuírsele sino es más
que al simple sentir de un hombre que sabe que debe dejar irlo todo. Debe
arrebatarse de sus funciones, de su título, de su ser natural, y convertirse en
“un ciudadano más”, como él mismo expresaría en dicho escrito. Todo esto en pro
del bienestar y conservación del sentir libre del pueblo, se arrebata de sí
mismo para colocarse en el corazón de cada uno de ellos. Para llenarlos de
vitalidad.
Se expresa en el discurso de una manera diferente
a como lo haría una persona que debe dejarlo, se expresa animoso, con un deje
de dudas de vez en cuando, pero siempre dando impulso a la causa patriótica de
la libertad. Se expresa, siente todo, transmite, y obliga a nuestros corazones
a sentir lo que él mismo sintió en aquel momento. Comienza con una muestra de
ánimo, pasando por el respiro que es sentirse vencedor y cumplidor de una meta,
tanto imposible como improbable, como lo es la de ser libre del dominio español
para siempre. Hay un deje de melancolía y opresión tras cada palabra, eso es
cierto, pero siempre instando a la alegría u libertad de los suyos, haciendo
énfasis en que si ya la victoria ha sido consumada, hemos de procurar su
permanencia por cualquier medio posible.
Llega entonces, el punto donde se hace
víctima, no se le puede ver como algo enemigo, o como mucho menos, una figura
excesivamente idolatrada. Por el contrario, Bolívar nos hace sentir eso que él
mismo llama “lo más extraordinario y complicado”. Ese sentimiento de culpa, de
dolor, de indecisión, y de no saber adónde ir, Bolívar lo comienza momentos
después de iniciar con su discurso. Restarán pocas emociones para definir lo que sentiría a continuación con cada una
de sus palabras. Maldad, ira, diversidad, inspiración, fuerza, una contundente
crítica y una hermosa pereza, son resumen claro de lo que sigue a continuación.
A medida que va tomando forma su palabrería,
se va acrecentando su orgullo; “firmeza y control” seguramente lo definirían en
ese momento tan espléndido, en el cual, Bolívar lo deja todo hablando para,
pero sobre todo, con el congreso. Es un discurso de vigor, sí, pero es un
discurso lleno de instrucciones, una especie de instructivo socio-político más
que lo que parece ser un montón de ordenanzas obvias, aunque por momentos
parezca así, y lleno de un Bolívar que tira la toalla, coge una nueva y nos
dice mirando directo a lo más oscuro de nuestros ojos: “Ya he terminado ¿y
tú?”. Nos habla de una forma directa, sin rodeos, haciendo un interesante
énfasis que, sí, no está seguro de que la democracia sea la mejor elección,
viendo los amplios resultados que se han visto a causa del sistema monárquico,
pero no duda en que su decisión ha sido la acertada; un “héroe” no duda, ese es
el estereotipo que se mantiene vivo hasta el día de hoy, Bolívar tampoco, pero
es porque Bolívar siente miedo, y ese miedo lo hace fuerte.
Bolívar nos mira a los ojos como un padre ve a
su niño pequeño, y ve en nosotros esa oportunidad de ser mejor de lo que nunca
fuimos y mejor de lo que él jamás será. Es cierto, nos compara, nos critica,
nos muestra todas las fallas que ha tenido nuestro pueblo, y el mundo en
general, con la más mínima muestra de afecto, pero con la intención de
mostrarnos algo que solo un padre puede ver en su hijo, la oportunidad de
MEJORAR. Bolívar ve en cada uno de nosotros una oportunidad para crecer, para
cada día subir un peldaño más en la escalera de la vida, una oportunidad para
al fin ser un hombre libre en medio de un pueblo libre, en el cual se proclame
una sola cosa: Felicidad.
Sentimiento totalmente contrario al que nos
muestra con su ‘Decreto de guerra a muerte’. Aquí se ve reflejada la ira, la
furia, el dolor, la pena, la pasión patriótica, y el fogaje de una llamarada
hecha de tinta y papel, en el que Bolívar mismo actuando por y para el pueblo,
dice: ¡Ya basta! Esto es lo que ellos hacen, hemos de hacerle frente. Así es
como amenazan, pues bien, mostrémonos sin miedo. ¿Así es como atacan? ¡Vamos a
defendernos! Españoles, temed. Es un Bolívar fuera de todo parámetro heroico,
razonable, o lleno de todas las características que se le impondrían al prócer
más importante de América; es un Bolívar llevado al sentir más puro de su
moribundo pueblo, de su apresado y adolorido pueblo que lo impulsa, no
directamente sino espiritual, a tomar dicho dolor y volverlo suyo con cada día
y cada batalla por venir para convertirlo en el combustible inagotable de la
máquina bélica que lo llevaría a retomar el territorio venezolano de las garras
de los españoles.
Bolívar levanta su pluma con la misma fuerza
con la que levanta su espada y, con esa ferocidad por la cual el brigadier, y
próximo General en Jefe del Ejército Patriota, destacó en sus cientos de
batallas siguientes, escribe el documento más icónico y fríamente calculado de
toda su vida, haciendo uso de su poder mental y humano, sí, pero también
impulsado por toda la opresión del pueblo español hacia la sociedad que le vio
nacer. Es el documento que traería vigor y fuerza a la causa, un impulso y una
provocación abierta con la cual Bolívar comienza a tomar importancia.
Es un documento que nos muestra la fuerza de
un hombre que sabe las acciones que lo han llevado hasta allí, no temiendo a
las consecuencias que atraiga dicho documento, sino a fracasar y perderlo todo
en un intento desesperado por intentar soportar el peso de una lucha que, hasta
ese entonces, no conocía del todo bien. Es necesario que se capte su temor,
mezclado con ira, que se expresa línea tras línea, y el sentir patriótico que
muestra con cada palabra de sus largos párrafos. Esto, siempre en pro de la
victoria y amedrentamiento al gobierno español, puesto que conoce bien que al
enemigo se le vence desde su interior, tomando un sueño febril como el que
vivía, y moldearlo hasta hacer correr sus mentes llenas de pavor, como liebres
que corren sin rumbo por el bosque más oscuro.
Es el más puro psicoterror el que Bolívar hace
ver a los españoles, un grito de guerra con el cual dice: “Ya no más”. Este
psicoterror, este juego mental que caracterizaría a Poe a través de los años
con cada uno de sus grandes escritos, Bolívar lo hace suyo y lo demuestra como
un golpe desestabilizante a las pusilánimes mentes españolas que no contarían con una frase tan malévola y
diabólica como la que Bolívar dice para cerrar su amenaza: “Españoles, contad
con la muerte así seáis inocentes. Americanos, contad con la vida así seáis
culpables.”
Y así mismo, años más tarde, llegaría el padre
del terror mental moderno: Edgar Allan Poe, para mostrarnos dicho sentimiento
mediante sus tantos escritos mórbidos y abstractos. Poe, como periodista,
poeta, escritor, e incluso como persona, hacía uso de su mente para mostrarnos
una realidad diferente, una en la cual nuestros propios sentimientos salieran a
la luz, una en la que la mente es protagonista junto con el corazón. Poe no se
convierte en el típico romántico que, con su labia y lindos detalles, nos
emociona y nos hace suspirar. Por el contrario, Poe, al igual que una madre
despierta a sus niños por la mañana para ir al colegio, toma nuestras mentes y
las agita de tal modo que estas despiertan en una nueva realidad en la cual el
corazón ha dado mil vueltas, al igual que nuestro cerebro para hallar todas las
respuestas.
Edgar Allan Poe toma nuestras mentes y
sutilmente va atrayéndonos hacia la realidad oscura del hombre, hacia el más
escondido y misterioso de la personalidad psicológica de cada individuo,
haciéndonos creer que sus historias serán las típicas de siempre, con un
inicio, desarrollo, y un final fácilmente deducible, o incluso, con una
respuesta lógica, pero no. La verdad del éxito de Edgar Allan Poe, es la
realidad trágica que nos muestra de la manera más simple y misteriosa posible.
Una dosis de franqueza y rareza a la vez, que con una palabrería embelesadora,
no limitada solo a sus grandes poemas, sino a todos sus escritos. Y una muestra
del lado más ensombrecido del mundo, hacen una mescolanza perfecta para el
deleite de todos nuestros sentidos, y una dieta perfecta para la alimentación
de nuestros cerebros.
Dicho esto, podemos coincidir en que Poe no
llega como los caballeros blancos que siempre aparecen en las películas y gozan
de toda gloria y divinidad excesiva, no, Poe es el caballero negro que surge
para hacernos ver, sentir, y experimentar una nueva realidad fuera de los
amplios pero a la vez aburridos muros de la realidad cotidiana, y hacernos
pasar un rato fuera de los parámetros estipulados para lograr con esto, de
forma consciente o no, una nueva forma de vida en la cual no dejamos cabos
sueltos, donde todo cobra sentido, y donde el análisis de las cosas cobra más
valor que todos los metales preciosos en el mundo. Poe, sencillamente, nos
enamora de la forma más atípica posible. Cambia los ramos de flores, por un
bosque entero lleno de dudas y conjeturas por unir. Cambia los chocolates y las
perlas, por paisajes intrigantes y pequeños detalles al aire. Pero, sobre todo,
cambia las típicas visitas a escondidas, en las cuales las parejas hacen el
amor a sus cuerpos, y nos desnuda, metódica, calmada, y fogosamente. Nos toma
desprevenidos, y nos hace el amor groseramente, haciéndonos sufrir, una y otra
vez hasta agotarnos en el punto del éxtasis mental.
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