PARTE I
Luz
Con
los pies enlodados salía del bosque en el que se encontraba. Estaba mojada,
empapada. El agua se escurría a chorros de su ropa y cabello.
El
brillo tenue de la luna llena la hizo darse cuenta que había llegado a una
carretera.
No
recordaba quién era, dónde estaba o qué hacía, sólo estaba segura que no debía
estar allí.
Imágenes
aleatorias comenzaron a suceder en su mente: un cuarto oscuro, una ventana, una
camilla, fotografías, rostros, muchos rostros, paredes blancas. Miró, por
primera vez, sus ropas: llevaba puesta una bata blanca sucia, nada más. Algo
sonó en la carretera, se distrajo de sus pensamientos un minuto. Observó la
llegada de un auto, hizo señas para que se detuvieran pero pronto se lamentó.
Una camioneta de color claro se estacionó al límite del camino y
descendieron dos hombres cuyo rostro reconoció de inmediato. Por instinto
intentó escapar, los dos hombres intentaban calmarla haciéndole señas
repitiendo la frase “por favor, Luz, no te alteres”. ¿Luz? ¿Quién era esa
“Luz”?
Retrocedió un par de pasos pero tropezó y cayó al suelo el tiempo
suficiente para que se abalanzaran sobre ella. Los rechazó con toda la fuerza
que era capaz de dominar pero una tercera persona había salido de la camioneta
y en su mano llevaba una inyección. Intentó demostrar que no era necesario pero
era tarde. Luz cayó rendida.
- Es la tercera que se escapa esta semana –dijo la mujer, la última en
bajar de la camioneta.- algo no está saliendo bien.
Los dos hombres asintieron y subieron a Luz en la parte trasera de la
camioneta para emprender el camino de vuelta al hospital.
PARTE II
La número tres
Ya habían sucedido dos y con Luz iban tres
pero algo hacía diferente esta huida que la distinguía del resto: Caía la
noche, luna llena, había calculado todo:
David tenía unos planes mayores y el tercer
escape solo representaba una distracción dentro de todo el plan.
El mismo había suspendido los
tranquilizantes y las pastillas para dormir, había sustituido los tratamientos
para prepararlo todo pero, aquella noche su único ojo bueno no vio con claridad
lo que estaba a punto de pasar: En efecto…
Luz
logró escapar y ahora atravesaba a toda velocidad el bosque (de seguir por el
camino preparado solo llevaría una hora atravesarlo completo) Además…
Salieron
tres de los cuatro oficiales de guardia casi de inmediato no sin asegurar las
habitaciones.
Todo
iba bien, todo iba de acuerdo al plan, todos dormían excepto él y su cómplice,
había pasado diez minutos desde la huída cuando una explosión levantó todo.
PARTE
III
David
La responsabilidad de llevar el mismo nombre
que su hermano y la cicatriz inmensa que su madre le había ocasionado por
realmente no parecerse en nada a él. Quedarían saldadas esa noche, nada podrá
salir mal.
Había comenzado a trabajar en el sanatorio
desde que David (el otro, no él) debió fingir (si así se le puede llamar para
zafarse de la pena de muerte) que tenía una enfermedad mental. Había sido
trasladado al sanatorio y por orden de su progenitora (nunca la vio como una
madre) debió él también internarse en aquel lugar, sin embargo, conoció a
“Luz”.
“Luz”, era la interna del hospital
psiquiátrico destinada a no salir de él, el hospital era su hogar, su vida.
David quedó encantado al verla y día a día pasaba horas observándola; al
enterarse que ella era la “número tres” sus planes cambiaron.
Ya era tarde para dar marcha atrás, pero no
dejaría que David se saliera con la suya, ya ha robado todo en su vida. Así que,
cuando Luz huyó y el resto de sus compañeros salió tras ella, se dejó colar
hasta la cocina, su hermano debía morir de la única manera en la que pudiese
pagar el daño que le hubo ocasionado a él y a otros durante toda su vida: Cortó
las conexiones de gas y pronto el aire se impregnó de aquel olor, antes de irse
encendió el fuego y pronto el sanatorio se dio en vuelto en llamas. Apenas si
había tenido tiempo para salir y escuchó como la camioneta se detuvo
bruscamente bastante cerca, corrió hacia
ella y no disimulo su culpabilidad, los otros tres miraron espantados por la
forma de su rostro y lo dejaron llevarse a Luz.
Cuando esta despertó reconoció el rostro que
la observaba resulta ser el mismo que la acompañaba día a día. David saco de su
bolsillo algunas fotos recortadas de revistas que comenzó a mostrarles y
explicarle la que se inventó sería su vida juntos.
Luz parecía absorta pero realmente no
escuchaba y veía en las fotografías sólo rostros y lugares que no reconocía.
Yendelki Pérez
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