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Almas que buscan un sentido - Abraham E. Silva

   El mundo es un lugar extraño, raro. El hombre no entiende en su totalidad la mitad de lo que escribe, ve, hace, o sabe, eso lo comprendemos pero no entendemos en sí un cuarto del mundo y menos lo minúsculo que somos para/en el universo: un simple átomo. El hombre, la persona, el humano en sí, señores, está corrompido y destruido, tiene algo dentro de sí que no se puede arreglar y podemos citar la biblia u otras religiones y mitologías más si no creen que somos impuros en nuestra totalidad y quiero aclarar que no hay mente sana, que alguien que aparente no tener malicia no quiere decir que no la tenga: los niños son “la parte más pura del mundo”, pero ciertamente, tienen su propio tipo de malicia, según la perspectiva de cada quién.    Aunque no vine para hablar de mi perspectiva del mundo corrompido en el que habitamos actualmente, pero con algo tenemos que empezar para conocernos, mi querido lector. Hablaremos y nos desglosaremos en lo qué es el alma, el aura, la trasmutación,

Luz - Y. Pérez

PARTE I

Luz

     Con los pies enlodados salía del bosque en el que se encontraba. Estaba mojada, empapada. El agua se escurría a chorros de su ropa y cabello.

     El brillo tenue de la luna llena la hizo darse cuenta que había llegado a una carretera.
     No recordaba quién era, dónde estaba o qué hacía, sólo estaba segura que no debía estar allí.

    Imágenes aleatorias comenzaron a suceder en su mente: un cuarto oscuro, una ventana, una camilla, fotografías, rostros, muchos rostros, paredes blancas. Miró, por primera vez, sus ropas: llevaba puesta una bata blanca sucia, nada más. Algo sonó en la carretera, se distrajo de sus pensamientos un minuto. Observó la llegada de un auto, hizo señas para que se detuvieran pero pronto se lamentó.

     Una camioneta de color claro se estacionó al límite del camino y descendieron dos hombres cuyo rostro reconoció de inmediato. Por instinto intentó escapar, los dos hombres intentaban calmarla haciéndole señas repitiendo la frase “por favor, Luz, no te alteres”. ¿Luz? ¿Quién era esa “Luz”?

     Retrocedió un par de pasos pero tropezó y cayó al suelo el tiempo suficiente para que se abalanzaran sobre ella. Los rechazó con toda la fuerza que era capaz de dominar pero una tercera persona había salido de la camioneta y en su mano llevaba una inyección. Intentó demostrar que no era necesario pero era tarde. Luz cayó rendida.

- Es la tercera que se escapa esta semana –dijo la mujer, la última en bajar de la camioneta.- algo no está saliendo bien.

     Los dos hombres asintieron y subieron a Luz en la parte trasera de la camioneta para emprender el camino de vuelta al hospital.



PARTE II
La número tres

   Ya habían sucedido dos y con Luz iban tres pero algo hacía diferente esta huida que la distinguía del resto: Caía la noche, luna llena, había calculado todo:

   David tenía unos planes mayores y el tercer escape solo representaba una distracción dentro de todo el plan.

   El mismo había suspendido los tranquilizantes y las pastillas para dormir, había sustituido los tratamientos para prepararlo todo pero, aquella noche su único ojo bueno no vio con claridad lo que estaba a punto de pasar: En efecto…

   Luz logró escapar y ahora atravesaba a toda velocidad el bosque (de seguir por el camino preparado solo llevaría una hora atravesarlo completo) Además…

   Salieron tres de los cuatro oficiales de guardia casi de inmediato no sin asegurar las habitaciones.

   Todo iba bien, todo iba de acuerdo al plan, todos dormían excepto él y su cómplice, había pasado diez minutos desde la huída cuando una explosión levantó todo.


PARTE III
David

   La responsabilidad de llevar el mismo nombre que su hermano y la cicatriz inmensa que su madre le había ocasionado por realmente no parecerse en nada a él. Quedarían saldadas esa noche, nada podrá salir mal.

   Había comenzado a trabajar en el sanatorio desde que David (el otro, no él) debió fingir (si así se le puede llamar para zafarse de la pena de muerte) que tenía una enfermedad mental. Había sido trasladado al sanatorio y por orden de su progenitora (nunca la vio como una madre) debió él también internarse en aquel lugar, sin embargo, conoció a “Luz”.

   “Luz”, era la interna del hospital psiquiátrico destinada a no salir de él, el hospital era su hogar, su vida. David quedó encantado al verla y día a día pasaba horas observándola; al enterarse que ella era la “número tres” sus planes cambiaron.

   Ya era tarde para dar marcha atrás, pero no dejaría que David se saliera con la suya, ya ha robado todo en su vida. Así que, cuando Luz huyó y el resto de sus compañeros salió tras ella, se dejó colar hasta la cocina, su hermano debía morir de la única manera en la que pudiese pagar el daño que le hubo ocasionado a él y a otros durante toda su vida: Cortó las conexiones de gas y pronto el aire se impregnó de aquel olor, antes de irse encendió el fuego y pronto el sanatorio se dio en vuelto en llamas. Apenas si había tenido tiempo para salir y escuchó como la camioneta se detuvo bruscamente  bastante cerca, corrió hacia ella y no disimulo su culpabilidad, los otros tres miraron espantados por la forma de su rostro y lo dejaron llevarse a Luz.

   Cuando esta despertó reconoció el rostro que la observaba resulta ser el mismo que la acompañaba día a día. David saco de su bolsillo algunas fotos recortadas de revistas que comenzó a mostrarles y explicarle la que se inventó sería su vida juntos.

   Luz parecía absorta pero realmente no escuchaba y veía en las fotografías sólo rostros y lugares que no reconocía.

Yendelki Pérez

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