Comentando algunas cosas con un
amigo recientemente caí en cuenta del algo importante. Para explicarlo supongo
que debo comenzar por el principio, obviamente, eso es justamente lo que falta.
En mi época de universitaria pertenecí a
un Taller Literario que dictaba mi universidad, el cual poseía una larga
trayectoria y una excelente calidad. Como era de currículum libre no importaba
mucho asistir con regularidad, sin embargo, durante el tiempo que yo lo hice el
grupo era continuo y unido. Éramos seis o siete integrantes y poco a poco se
unían otros. Nuestro trabajo allí no era sencillo; no es fácil decirle a
alguien en la cara que su texto apesta. Yo aprendí hacerlo con mi asidua
asistencia, ya lo dije.
Dos profesores se encargaban de llevar la
batuta, siempre alguien debe hacerlo: Rafael Rondón y Vanessa Hidalgo. Teníamos
el apoyo de otros profesores, claro, como la profesora Norma González de
Zambrano y Carlos Zarzalejo que pertenecía a un departamento distinto, pero era
una muestra de esa diversidad que necesitábamos. Las reuniones se realizaban
semanalmente, todos los viernes a las cuatro de la tarde. Semestre a semestre
intentamos evitar un choque de horario que nos impidiera seguir asistiendo. No
teníamos un lugar fijo, o sí… Depende del semestre.
Gran parte de los miembros se
inclinaban hacia la poesía y cuando se lo proponían llevaban escritos de muy
buena calidad. No me apena decir que aprendí a leerla –la poesía- estando allí,
también a entenderla o por lo menos a interpretarla. Rafael, Vanessa, Carlos,
Erylid, Michelle, Jairo… incluso unos menos constantes se apasionaban por ella.
La profesora Norma González, Elianne y mi persona lo intentamos un poco más con
la narrativa.
Ahora bien, lo que recordé recientemente
tiene mucho que ver con esa época. Recuerdo el día como si no hubieran pasado
cinco años ya. El semestre estaba bastante avanzado, los talleristas adoptamos
como costumbre realizar un compartir semanalmente. Así comíamos mientras nos
entreteníamos con las divagaciones; esa tarde no hubo excepción. Ya hacía un
par de semanas que discutieron mi cuento, aún daba de qué hablar.
Posteriormente, Elianne había llevado un cuento corto, de su autoría,
obviamente, que también produjo interesantes divagaciones sobre otras
dimensiones y esas cosas que siempre nos preguntaremos. Lo cierto es que había
llegado el turno de Carlos que había decidido probar suerte con la narración…
-
No lo sé, no puedo
creer que realmente estés incluyendo “aliens” en todo esto… -No apartaba la vista del papel- es… es raro. –concluyó
-
Bueno eso también
es literatura, varios escritores lo han experimentado, personalmente no me
desagrada la idea –encogiéndose de
hombros se encontraba inmerso de igual manera en el papel, quizá por temor no
se atrevía a levantar la mirada para observar al resto del grupo.
-
Pues, a mí no me
parece nada mal… Carlos decidió arriesgarse por la narrativa aún cuando no la
considera como su fuerte. Yo todavía no me arriesgo con la poesía. Es difícil
tomar esas decisiones –sonrió- Además
no está mal, creo que aún hay algunas cosas para tomar en cuenta, por ejemplo
el tema del argumento que está bastante diluido… pasa desapercibido.-
-
No, no… Me mal
interpretan. No me parece que esté mal. He dicho que es raro, creo que al
leerlo no te imaginas que los “aliens” serán el tema central. Hay que
trabajarlo un poco más.
Otra mujer se hizo voz entre
los comentarios.
-
Pues, ya está dicho
entonces, las siglas para Carlos son AT (A Trabajar) –Rió y con ella todos los demás.
Se acercaba el momento de culminar el encuentro. El
texto tomó nuevamente su lugar sobre la mesa para reposar de las miradas y del
bolígrafo que había estado transformándolo. Ninguna de las copias estaba igual;
los talleristas se tomaban muy en serio eso de que el texto era suyo una vez
que estaba en sus manos. Por treinta y seis años había sido así.
La jornada finalizó con normalidad, los
seis integrantes del taller se acompañaron hasta la salida de la universidad.
La siguiente semana nuevamente uno de ellos llevaría un escrito para ser
desvalijado y rearmado nuevamente. Sin embargo, el viernes siguiente uno de
ellos no asistiría a las acostumbradas reuniones.
- Que raro,
Carlos no falta al taller.
Yendelki Pérez
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